Dirigidme, ¡oh! Señor Misericordioso,
mostradme vuestros dones,
y tened piedad de vuestro siervo
que os ama sobre todas las cosas
y a Vos recurre en la aflicción,
buscando amparo, protección y fortaleza.
Guiadme por el buen camino;
guiadme, pues por el camino recto
para poder adorar al que todo lo puede.
Dadme salud y fuerzas
para poder adorar al Altísimo
para sostener las batallas de la vida,
salir fortalecido y con bien de ellas,
que sea mi espíritu vencedor
el que me haga más fuerte en el futuro.
Enseñadme a corresponder a vuestras gracias
y bendecir vuestro nombre.
Concededme así mismo,
Concededme así mismo,
como lo hacéis a vuestros fervientes fieles,
la perseverancia en la virtud
y el consuelo y alivio
de todas mis aflicciones y enfermedades.
Amén.
Se reza un Padre Nuestro.
Se reza un Padre Nuestro.
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